Me levanto,
como cada mañana,
los ojos encharcados en lagañas,
los pelos revueltos,
entre recuerdos de la noche anterior.
Me asomo a la ventana,
¡a buenas horas!,
grita el sol que se encamina
a fichar para salir,
y notando el último regusto
del vino en mi gaznate
cojo la ropa que se amontona
anárquicamente en la silla,
desde tiempos inmemoriales
y me visto.
Aun huele a jumarra de la noche anterior,
fragancia de bar que siempre me acompaña,
huele a risas,
a amigos,
a tabaco... y otras hierbas que os podéis imaginar.
Así me encamino de nuevo hacia los bares de siempre,
a veces me pregunto...
no seria más fácil poner las camas allí,
y apenas recién levantado,
vuelvo al sitio donde me perdí,
la noche anterior,
entre jarras,
humo
y amigos.
Pena no fuera siempre así,
solo me queda,
aprovechar estos escasos momentos,
antes de extraviarme,
otra vez,
en la inmensa jungla,
de despertadores,
madrugones,
y sueños por cumplir.
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